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Javier Darío Restrepo
Colombia Y Bolivia, alrededor de los padrones
Mientras el presidente Evo quiere aumentar el padrón electoral en Bolivia, el gobierno colombiano lo quiere recortar; los bolivianos que hoy votan son 3.5 millones, pero su gobierno sostiene que para las elecciones de diciembre deberían ser cinco millones; los colombianos que figuran en el padrón electoral son 29. 470.000, pero el gobierno necesita que ese número se reduzca para bajar el umbral que se requiere, según la ley para darle validez al referendo reeleccionista que es de 7. 364.297 votantes. Las maniobras propuestas por el sector oficialista lo reducirían a cuatro millones de votos.

Son dos gobiernos y países distintos, con valoraciones diversas sobre el ciudadano elector. Los esfuerzos del gobierno boliviano por aumentar el padrón electoral denotan que, en vez de temerlo, se demanda el voto ciudadano. Por el contrario, las maniobras del gobierno colombiano por un padrón recortado, si bien consultan una realidad, la depuración del censo que hace más de 20 años no se hace, lo cual mantiene vivas las cédulas de un millón de muertos, provocan reacciones como la de los senadores Samuel Arrieta y Armando Benedetti quienes, aún siendo uribistas, la encuentran “ burda e indecorosa.”

En efecto, parte del proyecto contempla que solo quedarían habilitados para votar los 12.041.737 electores que intervinieron con su voto en la elección presidencial de 2006, más cuatro millones que se han cedulado desde entonces. De aprobarse la iniciativa quedarían fuera del censo los 14 millones que, por abstencionistas, o por falta de interés, o por cualquiera otra razón, no votaron en el 2006. En vez de estimular para que haya más votantes, parece imperar en el gobierno colombiano el miedo al votante. Y esta es la diferencia radical con el caso boliviano.

Cuando el presidente Evo Morales, apoyado en los datos del Instituto Nacional de Estadística, (INE) que señala la existencia de más de cinco millones de ciudadanos en edad de votar, afirmó que “la meta no es de tres millones y medio, la meta es toda la gente,” estaba otra vez dándoles voz a los aymaras, quechuas y guaraníes que secularmente han sido marginados de la vida social y política de su país. Lo decía Felipe Quispe en su célebre enfrentamiento verbal con el dictador Hugo Banzer: “tenemos dos países, general, el suyo y el mío.” Ese día el líder sindical retó al presidente a que midieran sus respectivos cerebros para comprobar si uno era más grande o diferente del otro.

Aumentan las diferencias y coincidencias entre las posiciones de Colombia y Bolivia alrededor del padrón electoral. Mientras es de interés del sector mayoritario en Colombia que el padrón se reduzca mediante un agregado a la ley de reforma política propuesto por el senador uribista Manuel Henríquez Rosero, porque así se garantiza un cómodo umbral ( o cifra mínima de votos) para el referendo reeleccionista, en Bolivia, el padrón con predominio blanco y con exclusión parcial del 60% de la población indígena, ha resultado cómodo para la gestión política y administrativa de los blancos, hasta ahora.

En una hábil jugada política Gonzalo Sánchez de Lozada en las elecciones de 1993 propuso la vicepresidencia para un indígena Víctor H Cárdenas, a pesar del escepticismo y sordo rechazo de la clase política. Cuando el día de su posesión, el nuevo vicepresidente dijo su discurso en quechua, aymara, guaraní y español, dejó atrás ,por anacrónico e injusto, el trato de indio bruto y de ser inferior que tradicionalmente les endilgaban, y mandó un claro mensaje a todos sus hermanos de raza, ya motivados por las celebraciones del sesquicentenario del descubrimiento de América.

La fuerza de ese mensaje la sintió el propio Sánchez de Lozada en 2002 cuando estuvo a punto de perder la presidencia frente a su contendor, el líder indígena Evo Morales.
Al mismo tiempo ha crecido, junto con la conciencia política de los indígenas bolivianos, un motivo de alarma para los tradicionales políticos de Bolivia. Se extiende entre la población indígena la idea de que la decisión del voto no se toma individualmente sino en comunidad, lo que blinda a estos electores contra la ofensiva propagandística de los políticos a través de los medios de comunicación. Ellos no deciden solitariamente frente a un televisor, sino en comunidad: allí programan su registro electoral, discuten y acuerdan su voto, bajo la influencia de una conciencia creciente sobre la dignidad de lo indígena. La vestimenta nativa de la chola se salió de las postales de los turistas y se entró a la universidad, ocupa curul en el congreso y se combina con las carteras ministeriales. Cada vez es más frecuente que las universitarias que antes lucían uniformadas con la moda occidental, ahora vayan a clases con su borsalino en lo alto de su cabeza, su manta sobre los hombros y su pollera amplia y colorida alrededor de l cintura; los idiomas indígenas a su vez, están regresando, y una riqueza cultural que se guardaba con recato y timidez entre las paredes del hogar, hoy se escucha en medios de comunicación, foros y asambleas como expresión de que lo indígena está ahí y debe ser incluido.

La pugna política para que el padrón electoral se amplíe en Bolivia, tiene ese trasfondo: la incorporación de los excluídos.

En el exterior deberá ser censado solo el 6% de los bolivianos residentes fuera del país hasta el 15 de octubre, y el Órgano Electoral Plurinacional (OEP) así lo cumple porque “existen limitaciones técnicas y de tiempo para que se pueda empadronar a más de 211.000 bolivianos en el exterior,” declararon voceros del organismo. El senador Carlos Bohrt encuentra que “es una ley que viola los derechos fundamentales.” Y que, además, “responde a un acuerdo político de la oposición.” Por eso esta semana en el congreso se discutirá una ley que modifica la ley 4021, ampliando el padrón electoral en el exterior. “Se debe registrar a todas las personas que están en edad de votar, que son más de cinco millones” afirmó el presidente Morales. Pero su afirmación ha tenido dos interpretaciones: “es un pretexto para postergar as elecciones,” dijo Samuel Doria Medina, el candidato presidencial de Unidad Nacional. “Es el reconocimiento de una realidad que no tiene regreso,” me dice el profesor Andrés Gómez. Hablábamos de la nueva historia que en Bolivia está haciendo la integración de ese 60% de indígenas a la realidad política boliviana.

En Colombia, en cambio, el recorte del padrón electoral se mira como un retroceso. «El censo necesita reajuste, pero un reajuste científico, no acomodaticio y que no altere las reglas de juego», observó el columnista Daniel Samper al advertir: «sobre la última trampa que se cocina: reducir el censo electoral.»

Alrededor de las listas de electores se está haciendo, pues, la historia en Colombia y en Bolivia.

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